viernes, 3 de octubre de 2008

Cristina Peri Rossi - Identidad

La pregunta que me atormentaba a los seis años,


“¿por qué soy yo y no cualquier otro u otra?”


sigue sin respuesta


muchos años después.



 


Sólo que en ese tiempo


a menudo he sido otro


otra


sin necesidad de ir a Casablanca


a cambiar de sexo


ni a una clínica de cirugía estética


a cambiar de aspecto.



M. Benedetti - corazón coraza

Porque te tengo y no


porque te pienso


porque la noche está de ojos abiertos


porque la noche pasa y digo amor


porque has venido a recoger tu imagen


y eres mejor que todas tus imágenes


porque eres linda desde el pie hasta el alma


porque eres buena desde el alma a mí


porque te escondes dulce en el orgullo


pequeña y dulce


corazón coraza


 


porque eres mía


porque no eres mía


porque te miro y muero


y peor que muero


si no te miro amor


si no te miro


 


porque tú siempre existes dondequiera


pero existes mejor donde te quiero


porque tu boca es sangre


y tienes frío


tengo que amarte amor


tengo que amarte


aunque esta herida duela como dos


aunque te busque y no te encuentre


y aunque


la noche pase y yo te tenga


y no.



miércoles, 1 de octubre de 2008

Cinicos

La arena yerma y distante,


el color del sol cuando blanquea hirviendo,


el profesor callado en la clase vacía,


aquel verano sin sentimientos,


el cuerpo pálido tiritando en el extremo


descontrolado del más intenso calor,



la ducha amarillenta ante el


grifo callado y diferente, con el


ruido cotidiano evitando


con sus torpes movimientos


enturbiar la quietud mugrienta que


vigila desde el techo la estancia y el


rencor.



¿Entiendes la teoría de los esfuerzos


prioritarios cuando los riñones maldicen


tu vientre con imprecaciones de


borracho que odia el alcohol?



Simétrico es el corte de la noticia


y la ficción.


Dios escucha siempre tus discos de


Mozart cuando abandonas tu casa


camino de la maquinaria


desvencijada que te llama por el nombre


de pila


cuando la enciendes, temeroso, y te ocultas


en cualquier rincón.



¡Di la verdad, idiota!


¿Padeces


como yo?



Ansia de morir entre el umbral del


éxito y la emoción del sinsabor,


con el protagonismo pataleando lenta,


lentamente en el ritmo de tu corazón:


la locura escondida en el fondo


descuadrado del último cajón.



Dejémonos de cuentos


y de palabras de antaño.



Suelo beber tequila desgranado


en el suelo del albergue para


poetas y desamparados,


con la lengua descompuesta


por las discusiones de cicuta,


los himnos que se cantan callando,


despojados de intención.


Sólo hay una respuesta,


hermano de vidrios y corazas,


para tu enigma de pajarillo


encarcelado en su rama:



“Apártate, que me tapas el Sol”.



lunes, 29 de septiembre de 2008

Konstantin Kavafis - Regresa a menudo y tómame.

Regresa a menudo y tómame,
sensación que tanto amo.
Regresa y tómame
cuando la memoria se despierte,
cuando un antiguo deseo
pase por la sangre,
cuando los labios y la piel recuerden
y las manos crean tocar de nuevo...

Regresa a menudo, tómame en la noche
cuando labios y piel recuerdan.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Se derrumba

Esta ciudad sostenida


por la realidad insostenible


se derrumba sobre nosotros


como sobre todos los tiempos


o sobre los sueños de plástico


hechos carne,



se derrumba



sobre la luna de pared colgada


en lo alto de la habitación,


sobre la piel del centeno cuando


paseamos los campos


para cantar tu canción,


sobre los paños más delicados


del ajuar de mi madre


guardado con cariño en el fondo


doble de un viejo arcón



se derrumba



las ruinas son las semillas


de esta ciudad de cobre y suciedad


cubierta de esperanzas sin flores


de pastos devastados por la influencia


de la filosofía platónica en el


corazón de los jóvenes y las bestias



se derrumba



si alzas los ojos a la conciencia


tu instinto de perdedor quedará


plenamente cegado por


la ceniza de plata que


cubre los ojos de los muertos


siempre más jóvenes que los vivos


siempre inocentes pilares de cristal


en la base de las estructuras de cemento



se derrumba



y aún no sé si lo siento.



Coy dice... - Mujeres.

A fin de cuentas, se dijo, tal vez una y otra eran la misma, y la vida de los hombres gira siempre en torno a una sola mujer: aquella donde se resumen todas las mujeres del mundo, vértice de todos los misterios y clave de todas las respuestas. La que maneja el silencio como nadie, tal vez porque ése es un lenguaje que habla a la perfección desde hace siglos. La que posee la lucidez sabia de mañanas luminosas, atardeceres rojos y mares azul cobalto, templada de estoicismo, tristeza infinita y fatiga para las que –Coy tenía esa extraña certeza – no basta una sola existencia. Era necesario, además y sobre todo, ser hembra, mujer, para mirar con semejante mezcla de hastío, sabiduria y cansancio. Para disponer de aquella penetración aguda, como una hoja de acero, imposible de aprender o imitar, nacida de una larga memoria genética de vidas innumerables, viajando com obotín en la cala de naves cóncavas y negras, con los muslos ensangrentados entre ruinas humeantes y cadáveres, tejiendo y destejiendo tapices durante innumerables inviernos, pariendo hombres para nuevas Troyas y aguardando el retorno de héroes exhaustos; de dioses con pies de barro a los que a veces amaba, a menudo temía y casi siempre, tarde o temprano, despreciaba.



Extraido de A. Pérez-Reverte, La Carta Esférica, Alfaguara, Madrid (2000), 87s.



martes, 23 de septiembre de 2008

Dylan Thomas - No entres docilmente en la noche callada

No entres dócilmente en la noche callada,


que al morir la luz la vejez debería


delirar y arder; odia el fin de la jornada.


   


Aunque el sabio ve en su caso la alborada,


como a su verbo el rayo vigor no confía


no entre dócilmente en la noche callada.


   


Llora el hombre bueno tras la última oleada,


por lo que pudo su obra danzar en la bahía,


y odia, odia feroz el fin de la jornada.


   


Y el loco, que al sol cogió al vuelo en su "albada",


y advierte, aunque tarde, la ofensa que le hacía,


no entra dócilmente en la noche callada.


   


Y el grave, que al morir ve con ciega mirada


que ojos ciegos ser pueden meteoros de alegría,


odia, odia feroz el fin de la jornada.


   


Y tú, padre mío, de tu cima alejada,


maldice o bendíceme con voz airada o pía.


No entres dócilmente en la noche callada.


Odia, odia feroz el fin de la jornada.




agradecimientos: http://usuarios.lycos.es/tomeu_tolo/poemthomas.html



Finis Terrae

 En el final del mundo no hay ventanas os pensáis que se ve bonito y solo se ven heridas, lágrimas un dolor que tapa la ropa que no se dice ...