La frontera
surgió de la tierra.
No había nada allí
y la hierba hace tiempo
que había dejado de ser verde
a ambos lados de la cerca.
Pero, entonces, ¿por qué
la frontera?
forjada en despachos
con la grasa encubierta
de las corbatas y las bayonetas,
alguien debió decir algo
o nadie quiso darse cuenta.
Espinosos tiempos
donde el idioma es más
importante que las palabras
o las señas.
Entre arrumacos circenses
y populachos que avanzan
a tientas
unos y otros, sin hablarnos,
hemos permitido que
nos separen del tronco
como ramas huérfanas,
que nos digan que somos
Cayo o Daniel
por vivir a un lado u otro
de un muro de grietas.
Si la luna divide su luz
entre ambos lados de la frontera,
los juramentos de honor
no valen el verdecer espeso
de las viñas ni el llanto
que colma las aduanas
con el polvo de antaño
y el olvidar de la hiedra.
La frontera
surgió de la tierra
compuesta de pedazos
de los hombres y sus miserias.
La frontera
surgió de la tierra
como un grito de mil millones de
voces estampándose
como una bala
en el eco televisado
de la aurora,
en el albor de la derrota,
en el ahogado grito
de la viuda,
en el solaz rotoñar del jazmín,
en la diferencia entre
orégano y peregil,
La frontera
surgió de la tierra
en el centro
de la sien.
surgió de la tierra.
No había nada allí
y la hierba hace tiempo
que había dejado de ser verde
a ambos lados de la cerca.
Pero, entonces, ¿por qué
la frontera?
forjada en despachos
con la grasa encubierta
de las corbatas y las bayonetas,
alguien debió decir algo
o nadie quiso darse cuenta.
Espinosos tiempos
donde el idioma es más
importante que las palabras
o las señas.
Entre arrumacos circenses
y populachos que avanzan
a tientas
unos y otros, sin hablarnos,
hemos permitido que
nos separen del tronco
como ramas huérfanas,
que nos digan que somos
Cayo o Daniel
por vivir a un lado u otro
de un muro de grietas.
Si la luna divide su luz
entre ambos lados de la frontera,
los juramentos de honor
no valen el verdecer espeso
de las viñas ni el llanto
que colma las aduanas
con el polvo de antaño
y el olvidar de la hiedra.
La frontera
surgió de la tierra
compuesta de pedazos
de los hombres y sus miserias.
La frontera
surgió de la tierra
como un grito de mil millones de
voces estampándose
como una bala
en el eco televisado
de la aurora,
en el albor de la derrota,
en el ahogado grito
de la viuda,
en el solaz rotoñar del jazmín,
en la diferencia entre
orégano y peregil,
La frontera
surgió de la tierra
en el centro
de la sien.