jueves, 25 de septiembre de 2008

Se derrumba

Esta ciudad sostenida


por la realidad insostenible


se derrumba sobre nosotros


como sobre todos los tiempos


o sobre los sueños de plástico


hechos carne,



se derrumba



sobre la luna de pared colgada


en lo alto de la habitación,


sobre la piel del centeno cuando


paseamos los campos


para cantar tu canción,


sobre los paños más delicados


del ajuar de mi madre


guardado con cariño en el fondo


doble de un viejo arcón



se derrumba



las ruinas son las semillas


de esta ciudad de cobre y suciedad


cubierta de esperanzas sin flores


de pastos devastados por la influencia


de la filosofía platónica en el


corazón de los jóvenes y las bestias



se derrumba



si alzas los ojos a la conciencia


tu instinto de perdedor quedará


plenamente cegado por


la ceniza de plata que


cubre los ojos de los muertos


siempre más jóvenes que los vivos


siempre inocentes pilares de cristal


en la base de las estructuras de cemento



se derrumba



y aún no sé si lo siento.



Coy dice... - Mujeres.

A fin de cuentas, se dijo, tal vez una y otra eran la misma, y la vida de los hombres gira siempre en torno a una sola mujer: aquella donde se resumen todas las mujeres del mundo, vértice de todos los misterios y clave de todas las respuestas. La que maneja el silencio como nadie, tal vez porque ése es un lenguaje que habla a la perfección desde hace siglos. La que posee la lucidez sabia de mañanas luminosas, atardeceres rojos y mares azul cobalto, templada de estoicismo, tristeza infinita y fatiga para las que –Coy tenía esa extraña certeza – no basta una sola existencia. Era necesario, además y sobre todo, ser hembra, mujer, para mirar con semejante mezcla de hastío, sabiduria y cansancio. Para disponer de aquella penetración aguda, como una hoja de acero, imposible de aprender o imitar, nacida de una larga memoria genética de vidas innumerables, viajando com obotín en la cala de naves cóncavas y negras, con los muslos ensangrentados entre ruinas humeantes y cadáveres, tejiendo y destejiendo tapices durante innumerables inviernos, pariendo hombres para nuevas Troyas y aguardando el retorno de héroes exhaustos; de dioses con pies de barro a los que a veces amaba, a menudo temía y casi siempre, tarde o temprano, despreciaba.



Extraido de A. Pérez-Reverte, La Carta Esférica, Alfaguara, Madrid (2000), 87s.



martes, 23 de septiembre de 2008

Dylan Thomas - No entres docilmente en la noche callada

No entres dócilmente en la noche callada,


que al morir la luz la vejez debería


delirar y arder; odia el fin de la jornada.


   


Aunque el sabio ve en su caso la alborada,


como a su verbo el rayo vigor no confía


no entre dócilmente en la noche callada.


   


Llora el hombre bueno tras la última oleada,


por lo que pudo su obra danzar en la bahía,


y odia, odia feroz el fin de la jornada.


   


Y el loco, que al sol cogió al vuelo en su "albada",


y advierte, aunque tarde, la ofensa que le hacía,


no entra dócilmente en la noche callada.


   


Y el grave, que al morir ve con ciega mirada


que ojos ciegos ser pueden meteoros de alegría,


odia, odia feroz el fin de la jornada.


   


Y tú, padre mío, de tu cima alejada,


maldice o bendíceme con voz airada o pía.


No entres dócilmente en la noche callada.


Odia, odia feroz el fin de la jornada.




agradecimientos: http://usuarios.lycos.es/tomeu_tolo/poemthomas.html



Walt Whitman - Sacerdotes

Surgirá un nuevo orden
y sus hombres serán
los sacerdotes del hombre,
y cada hombre será
su propio sacerdote.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Ezra Pound - La Buhardilla

Vamos, compadezcamos a los que están mejor que nosotros,


Vamos, amigo, recordemos que los ricos tienen camareros y no amigos


Y nosotros tenemos amigos y no camareros.


Vamos, copadezcamos a los casados y a los no casados.


 


La aurora entra con pasitos menudos como una dorada Pavlova,


Y yo estoy junto a mi deseo.


Y la vida no tiene nada mejor.


Que esta hora de diáfana frescura, la hora de despertarnos juntos.


 


 


Extraido de Ezra Pound, Antologia, Colección Visor de Poesía 93 (1983).


 



Finis Terrae

 En el final del mundo no hay ventanas os pensáis que se ve bonito y solo se ven heridas, lágrimas un dolor que tapa la ropa que no se dice ...