En el final del mundo no hay ventanas
os pensáis que se ve bonito
y solo se ven heridas, lágrimas
un dolor que tapa la ropa
que no se dice en las sobremesas
y estremece las madrugadas.
Hay quien quiere ir de vacaciones,
alquilar escenarios, vivencias, amarguras
hay quien se somete a los platos de su
rica gastronomía variada de corazones y entrañas,
como animales cuerdos que se amontonan
entre el pánico de la huida ante los tormentos estremecidos
de los tambores de naciones exaltadas
en el final del mundo no hay alegrías baratas
todo se paga en sangre o en tiempo o en silencios de callar
hincando rodillas o hilillos de son con aguja de plata
y yo no sé si soy loco
o veo lo que el verde estallido de la tierra
grita para salvar su alma
La violencia, la madre, la hermana
las mujeres en la calle, las versiones propias del alma
en las esquinas del mundo, en la fría desidia de las mañanas
los humos grises (que no se atreven a ser negros por no alarmar), las armas
de otro tiempo lejano, ya oxidadas
nadie sabe ya articular palabras humanas
en el final del mundo
se comen monstruos a dos minutos de cocer el agua
y hay que decir qué bonito, mira, y suspirar los ayes
de cuando se te encoge el vientre y el recuerdo el suspiro
la mirada
pero es mentira
la verdad
es verdad
que no hay nada
en el final del mundo
tal vez ni mañana.
jueves, 16 de enero de 2025
Finis Terrae
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