Ha nacido un genio.
Brieva es una de esas extrañas personalidades
que parecen relegadas plenamente, o casi,
al extraño e indómito mundo del comic.
Nadie que se proclame a sí mismo lector podrá catalogar
su obra en ningún estilo conocido, porque Brieva,
pese a dedicar parte de su evidente genio a
producciones de menor acidez (como las que uno
puede encontrar habitualmente, en sus colaboraciones
en el diario El Pais), no es un autor habitual,
ni sus dibujos, eslóganes y críticas publicitarias
quedan dentro de lo habitual en un mundo plagado
por el inconformismo conformista de productores y
compradores, de comerciantes y comerciados,
donde cada idea es tan buena como el precio al que
puede ser vendida.
Dinero está lleno de furia, y una rabia extraña, tácita, aplacada por
el humor que se desprede de la recreacion surrealista, inverosimil,
y quizás por ello terroríficamente real, de una sociedad lastrada por
aquellos que son considerados sus pilares institucionales, como la familia,
el trabajo, la educación, el Estado y sus dirigentes, y donde no pueden
faltar los estamentos eclesiásticos y la figura divina como puntos de anclaje de una existencia cotidiana que roza la autodestrucción individual
como precio para el mantemnimiento del roden social.
Lo peor es, sin embargo, la estupidez. Y no la de Brieva,
clarividente entre la niebla del raciocínio irracional,
sino aquella que queda pragmáticamente demostrada en su
obra sobre la realidad y la confianza del ser humano en un
sistema que se come a las personas para escupir ciudadanos.
Lo peor, pues, es ver cómo se nos demuestra que somos
estupidos, y que nos gusta serlo, porque nos reimos de ello.
Ha nacido un genio,
y el mundo se disculpa.
Entrevista con Miguel Brieva