La espiral de los hechos,
la noche de piedra,
esa brisa fresca del pecho
amargado en la cordura torcida
por fuerte luz sobre ropa de lino.
Entrañables memorias quedaron
enterradas en verbos partidos.
Participábamos como barrotes
de una dorada jaula de alborotos
sin albedrío.
Ilusión,
rumor de alondras ahuyentando el frío.
Queda tan lejos el verano
que las canas se han envejecido.
Lindan los viejos con los niños en el
turbio correr de los vacíos.
Fuimos velo de un querer ser destino.
La vieja turma de siempre persigue a los
peones.
Todavía hay seguridad en los escondrijos del vino.
Subid, hermanas, a por la cabeza del león,
y os contaré historias de esperanza,
de rebaños
y de cabrones.
Entre mis rejas puedo imaginar todavía
que he conseguido ocultar mi jugada:
no saben nada de los grillos.