A fin de cuentas, se dijo, tal vez una y otra eran la misma, y la vida de los hombres gira siempre en torno a una sola mujer: aquella donde se resumen todas las mujeres del mundo, vértice de todos los misterios y clave de todas las respuestas. La que maneja el silencio como nadie, tal vez porque ése es un lenguaje que habla a la perfección desde hace siglos. La que posee la lucidez sabia de mañanas luminosas, atardeceres rojos y mares azul cobalto, templada de estoicismo, tristeza infinita y fatiga para las que –Coy tenía esa extraña certeza – no basta una sola existencia. Era necesario, además y sobre todo, ser hembra, mujer, para mirar con semejante mezcla de hastío, sabiduria y cansancio. Para disponer de aquella penetración aguda, como una hoja de acero, imposible de aprender o imitar, nacida de una larga memoria genética de vidas innumerables, viajando com obotín en la cala de naves cóncavas y negras, con los muslos ensangrentados entre ruinas humeantes y cadáveres, tejiendo y destejiendo tapices durante innumerables inviernos, pariendo hombres para nuevas Troyas y aguardando el retorno de héroes exhaustos; de dioses con pies de barro a los que a veces amaba, a menudo temía y casi siempre, tarde o temprano, despreciaba.
jueves, 25 de septiembre de 2008
Coy dice... - Mujeres.
martes, 23 de septiembre de 2008
Dylan Thomas - No entres docilmente en la noche callada
No entres dócilmente en la noche callada,
que al morir la luz la vejez debería
delirar y arder; odia el fin de la jornada.
Aunque el sabio ve en su caso la alborada,
como a su verbo el rayo vigor no confía
no entre dócilmente en la noche callada.
Llora el hombre bueno tras la última oleada,
por lo que pudo su obra danzar en la bahía,
y odia, odia feroz el fin de la jornada.
Y el loco, que al sol cogió al vuelo en su "albada",
y advierte, aunque tarde, la ofensa que le hacía,
no entra dócilmente en la noche callada.
Y el grave, que al morir ve con ciega mirada
que ojos ciegos ser pueden meteoros de alegría,
odia, odia feroz el fin de la jornada.
Y tú, padre mío, de tu cima alejada,
maldice o bendíceme con voz airada o pía.
No entres dócilmente en la noche callada.
Odia, odia feroz el fin de la jornada.
agradecimientos: http://usuarios.lycos.es/tomeu_tolo/poemthomas.html
Walt Whitman - Sacerdotes
y sus hombres serán
los sacerdotes del hombre,
y cada hombre será
su propio sacerdote.
domingo, 21 de septiembre de 2008
Ezra Pound - La Buhardilla
Vamos, compadezcamos a los que están mejor que nosotros,
Vamos, amigo, recordemos que los ricos tienen camareros y no amigos
Y nosotros tenemos amigos y no camareros.
Vamos, copadezcamos a los casados y a los no casados.
La aurora entra con pasitos menudos como una dorada Pavlova,
Y yo estoy junto a mi deseo.
Y la vida no tiene nada mejor.
Que esta hora de diáfana frescura, la hora de despertarnos juntos.
Extraido de Ezra Pound, Antologia, Colección Visor de Poesía 93 (1983).
sábado, 20 de septiembre de 2008
Ezra Pound - Causa
Yo junto estas palabras para cuatro personas,
Algunos más pueden oirlas,
Oh mundo, lo siento por ti,
Tú no conoces a estas cuatro personas.
Extraido de Ezra Pound, Antologia, Colección Visor de Poesía 93 (1983).
Wallace Stevens - Un anciano dormido
Están los dos mundos dormidos, están durmiendo ahora.
Un enmudecimiento los domina en una especie de solemnidad.
El yo y la tierra: tus pensamientos, tus sentimientos,
Tus creencias y descreencias, toda tu peculiar trama;
la rojez de tus roijizos castaños,
el discurrir del río, el discurrir amodorrado del río R.
Extraido de Wallace Stevens, La Roca, Lumen (2008), pág. 9.
Finis Terrae
En el final del mundo no hay ventanas os pensáis que se ve bonito y solo se ven heridas, lágrimas un dolor que tapa la ropa que no se dice ...
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En el final del mundo no hay ventanas os pensáis que se ve bonito y solo se ven heridas, lágrimas un dolor que tapa la ropa que no se dice ...
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Aprietas los puños Seriedad cristiana Y las nubes que se pierden En la negrura de la mañana. El gigante duerme ya En su castillo de lata En ...