Vivimos en un tiempo
que no es el nuestro
el futuro es un prospecto
el pasado
qué pesado
qué momentos
niños, rosas y espadas
verde hierba poblando viejos templos
El tiempo es una losa
con veinte metros de tierra
sepultando los sueños y los vivos
en el astío rutinario del
reiterado callar de los muertos
qué infancia
qué primer beso
este instante que respiras
no es siquiera un momento nuestro
Es el viento y la luna quien
gobierna el lento caminar de
tu sangre
desde el ombligo hasta el entierro
qué desdicha
qué contento
trazos desdibujados en la arena
por memorias rotas en cenizas del recuerdo.
Tras la tiniebla
sólo quedan los cuervos.