Una cerveza vacía,
un cigarrillo encendido,
todos los libros del mundo
atados al cuello desafinado
aprendiendo a ser amigos
con mi inseparable paranoya
y la palabra por castigo,
el silencio es una sombra
que pesa sobre el antónimo idealizado del ombligo.
Las noches de tanto tiempo
se nos perdieron en alguna esquina,
cuando no sabíamos ser y eramos tan poco
que al final, sin querer,
fuimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario