jueves, 24 de julio de 2008

Siesta

Cara lavada
y pecho de marmol

me gusta tu olor de siesta
cuando siembras la noche
de palabras sin orden
entre los ojos cerrados.

La Ciudad 1

Nunca viajaré a Tamerlán.

Y Samarcanda es el final de
un camino prohibido para mi.
Cartago fue destruido,
arrasado Corinto,
con sus templos, sus vicios,
su libertad.

Echo de menos los sueños
de Damasco en las noches
de Bagdag.
Quién pudiera bajarse de un
viejo barco, en una noche cualquiera
de San Juan, y ollar con
pies de barro las ciudades
de un tiempo anciano,
Bucefalia al este,
Camelot al oeste,
a lo lejos, la ciudad.


La Ciudad 2

Cerrad los ojos
y allí está,
la ciudad.

Marmol sonrojado
poor emociones en ebullición
lugares sagrados de sabios
con barbas de paja y palabras
balbuceadas por las piedras
entre congojas de siembras
y sal.

La ciudad
que ya no es
ciudad, sino ruinas,
la ciudad,
que ya no es nada,
desierto de sombras
que bailan pasodobles
al ritmo de cítaras
y melodías de los grillos,
cínicos amos del lugar.

Cierro los ojos,
la ciudad
blanca como una virgen,
abro los ojos
cierro los ojos
la ciudad
roja como la rosa
cegados los brillos de las estatuas
en el fuego de los soldados
y el cansado repiquetear de los tambores.

Echo de menos
la ciudad.
Ideada para ser idea
con esplendor de joya
labrada en mil piedras.
Soñada por los cuentos
en noches de cordura
y libros de filosofía.

Tu ciudad.

Los hombres no aprenden
a amar los cimientos uterinos
de sus congéneres.
Erosiona el tiempo con los golpes
incoherentes de la espada,
viola la mente de los ausentes
con la memoria olvidada.
Solo hay una madre,
pero siempre queda
la ciudad
a los huerfanos del hambre
a los voluntarios del amor
que guardan en sus ojos el reflejo
del sombrío sueño de la libertad
ante la conciencia lacerada.

Sobre la colina humeante,
entre perros de plata
y abruptos requiebros del mar
se alza, imponente,
la amante impotente,

la ciudad.

martes, 15 de julio de 2008

la frontera

La frontera
surgió de la tierra.
No había nada allí
y la hierba hace tiempo
que había dejado de ser verde
a ambos lados de la cerca.

Pero, entonces, ¿por qué
la frontera?
forjada en despachos
con la grasa encubierta
de las corbatas y las bayonetas,
alguien debió decir algo
o nadie quiso darse cuenta.

Espinosos tiempos
donde el idioma es más
importante que las palabras
o las señas.
Entre arrumacos circenses
y populachos que avanzan
a tientas
unos y otros, sin hablarnos,
hemos permitido que
nos separen del tronco
como ramas huérfanas,

que nos digan que somos
Cayo o Daniel
por vivir a un lado u otro
de un muro de grietas.

Si la luna divide su luz
entre ambos lados de la frontera,
los juramentos de honor
no valen el verdecer espeso
de las viñas ni el llanto
que colma las aduanas
con el polvo de antaño
y el olvidar de la hiedra.

La frontera
surgió de la tierra
compuesta de pedazos
de los hombres y sus miserias.
La frontera
surgió de la tierra
como un grito de mil millones de
voces estampándose
como una bala
en el eco televisado
de la aurora,
en el albor de la derrota,
en el ahogado grito
de la viuda,
en el solaz rotoñar del jazmín,
en la diferencia entre
orégano y peregil,

La frontera
surgió de la tierra
en el centro
de la sien.

Max Aub - Momentos 1

Quisiera ser para ti lo que es para el mar el viento,
y poder penetrar y saturar tu pensamiento,
elevarlo, formar y dar a tus ideas aliento,
y que fuesen como la espuma del mar: su ornamento.




extraido de Max Aub, Los poemas cotidianos (con un prólogo de Enrique Diez-Canedo), Pre-Textos Editorial (2008), pág. 79.

Puertas

Los goznes rezogaron
en el aviso y rechinar,
ante los ojos
la incredulidad

y se cerraron las puertas

Entre ventanillas de marmol
y el deseo de ser
siempre, mejor, más,
esperas en la sala
como acompañante temeroso
en algún hospital

Solo resta la esperanza
pero incluso el hilo de Ariadna
debe tener su final

Y se cerraron las puertas
entablando los silencios en
las mesas y el olvido
ahogado del saber
que se borra del marmol

El año de mi vida
es aquel recuerdo inaugural,
cuando la puerta se abrió,
ahora que se vuelven a cerrar.



Miradas en el Espejo

¿Te has visto en el espejo?
Te he visto en el espejo.
Me he visto en el espejo.

Y es duro que tus ojos
se destierren al mirar.
Nos he visto, oculto
en el hueco de un lento
ascensor de sexualidad.
Desierto, deserto,
desertas de verte
firme, de aguantarme
la mirada, cuando
la luz se enciende
echando humo,
y los ojos se rinden
a la cotidianidad.

Finis Terrae

 En el final del mundo no hay ventanas os pensáis que se ve bonito y solo se ven heridas, lágrimas un dolor que tapa la ropa que no se dice ...