domingo, 23 de noviembre de 2008

Que viene, que va

No creo en el deseo
ni en dios,

quiero abandonar esta suerte
que llaman valor
instinto
ritual
azucar de caña entre los labios

y la llamada que no sabes
de quién vendrá,

pero sigues en la espera

la espera

la espera

rodeado de gente

que viene, que va



la soledad.


sábado, 22 de noviembre de 2008

Jose Carlos Cataño - Volviendo

Volviendo a lugares que fueron tu rostro
atravieso la nube que rodea mi cuerpo
y hunde en el aire su sombra.



Extraido de J. C. Cataño, Lugares que fueron tu rostro, ed. Brugera, Barcelona (2008), 61.




Bar en voz

Entro en un bar
un café para romper el hielo.

Pulsas un botón y
sale mi voz
me enredo en la música
de mi interior,
incomunicación

acústica enrollada en un papel de tabaco
rancio, lúcido, trasnochado
hoy no funciona el servidor
lunes es cualquier día
menos hoy
una voz en el fondo de
lo innombrable
pide una mano desde
el corazón
y sé que ese
no sé si

soy yo


entre caladas y monosílabos
el sueldo se juega a ruletas
de luz, urraca y valor,
sin sentido
una mañana
un día
uno tras otro
en el hábito excluyente
de la constante ritual
del hola y adiós.

¿soy yo?


viernes, 21 de noviembre de 2008

Jose Carlos Cataño - Orilla de la Estrella

Estrellas que refulgen
después de ser miradas

Diademas que brillais, ya remotas,
con el compás truncado
de la vida.
Fuera de casa para siempre.

El grillo canta al borde de la noche,
el mar en ruego.


Extraido de J. C. Cataño, Lugares que fueron tu rostro, ed. Brugera, Barcelona (2008), 64.


Cansado

Cansado

de los vientos en contra
de los albores sin reposo

de los vidrios, los coches,

las ideas lúcidas

los impulsos y los santos,




cansado de una ciudad

que ruge cuando se despierta

como un animal engañado,

perfumadita de espanto,

con los brazos entreabiertos

y los ojos caídos entre los

desechos y los guijarros,




los juguetes que esperan

ensimismados entre basuras

vagabundos sin sombra

sofas desorejados,


reposan las luces de la noche

iluminando con su rostro de

sala y tortura, de humo desvencijado,

la soledad sucia

de la moda sin costura




los vicarios paseantes que

se aprestan a parecer esperanzados




cansado de tanta letra,

de las lecturas que almacenan

sus panfletos refractarios


el hastío de la letra pequeña

de las llamadas de santo y seña

y para más historia,

de que Esparta, siempre,

venza a las ideas de Atenas,

cansado de Alejandro,



de querer ser grande


en un cuerpo tan pequeño como

puede serlo un ser humano

en el invierno, con sus soles

de vela y nochebuena,

de abrigos de rosa

y chaquetas de barro




los bares en calma

los clientes al contado

las vírgenes orgullosas,

las canciones de siempre,

con sus tonadas solitarias

hilvanadas sobre telas rancias

de un vacío callado,

las compras con sus precios

colgando,

las noticias esperadas

y el silencio, al final del pasillo,

donde la cuna reza un solitario.




Cansado del presidente,

cansado de las políticas deterioradas

en el mundo de los barrios,

las nubes secas siguen volando

sobre nombres de plazas dedicadas

a hombres de perro y ave,

rabioso recuerdo que se rie

de no ser pasado.




Cansado, pero no de la

vida, ni de tu cuerpo de cobre

amalgamado en mi estaño,

ligero el movimiento de tu pecho

cuando sueñas el amor

al calor del abrazo;



sencillamente un poco harto

de tanta ciencia

en la conciencia de cuanto pasa,

como el tiempo de ahora

con cantar de novedad,

se relatan gestas conocidas,

se abusa del terror y del fracaso.




Cansado, pero me giro a tu brillo

brisa, y nos vemos en compás de

dos, ironía de saldo,

como si nunca la risa

nos hubiese abandonado.


jueves, 13 de noviembre de 2008

Homero - Odisea (fragmento)

Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos
y, a su vez, me ataron de piernas y manos
en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego,
a azotar con los remos volvieron al mar espumante.
Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito
y la nave crucera volaba, mas bien percibieron
las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro:
"Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo Ulises,
de tu marcha refrena el ardor para oír nuestro canto,
porque nadie en su negro bajel pasa aquí sin que atienda
a esta voz que en dulzores de miel de los labios nos fluye.
Quien la escucha contento se va conociendo mil cosas:
los trabajos sabemos que allá por la Tróade y sus campos
de los dioses impuso el poder a troyanos y argivos
y aún aquello que ocurre doquier en la tierra fecunda".
Tal decían exhalando dulcísima voz y en mi pecho
yo anhelaba escucharlas. Frunciendo mis cejas mandaba
a mis hombres soltar mi atadura; bogaban doblados
contra el remo y en pie Perimedes y Euríloco, echando
sobre mí nuevas cuerdas, forzaban cruelmente sus nudos.
Cuando al fin las dejamos atrás y no más se escuchaba
voz alguna o canción de Sirenas, mis fieles amigos
se sacaron la cera que yo en sus oídos había
colocado al venir y libráronme a mí de mis lazos.

martes, 11 de noviembre de 2008

Homero - Iliada (fragmento)

Y éstos, pues, cuando vieron
a Helena encaminándose a la torre,
hablábanse los unos a los otros,
con aladas palabras, quedamente:
«Cosa no es que indignación suscite
que vengan padeciendo tanto tiempo
dolores los troyanos
y los aqueos de grebas hermosas
por mujer cual es ésa
pues que tremendamente se parece,
al mirarla de frente,
a diosas inmortales;
pero aun así y siendo tal cual digo,
en las naves se vuelva y no se quede
para mal nuestro y de nuestros hijos
en el tiempo futuro.

Finis Terrae

 En el final del mundo no hay ventanas os pensáis que se ve bonito y solo se ven heridas, lágrimas un dolor que tapa la ropa que no se dice ...