miércoles, 16 de abril de 2008

Viernes Cine - Charlton Heston

Cuando pienso en Charlton Heston, pienso siempre en mi abuela. Y asocio el heroismo estoico del actor a las tardes de domingo que compartíamos, entre silencios y confidencias, ella y yo, desde que era niño hasta que el viento me arrastró a otras tierras. Pero Charlton seguía ahí, aguantando, sobreviviendo, maldiciendo incluso a los humanos, por haber destruido un mundo con su violenica.
Cuando Charlton murió, casi tenía la sensación de que la gente vendría a casa a darme el pésame. Es como si se hubiese muerto alguien de la familia, alguien cercano. Y en cierto modo lo era. Juda Ben-Hur solía acompañarnos a mis primos, a mi madre y a mi en el proceso de admiración de la máxima cualidad socialmente celebrada de mi abuela, en su fiesta personal de repostería y coronación, sobresaliente tras las penurias en algo que para ella era especial. Luego, entre mis compañeros de piso, Charlton siempre volvía ante nosotros para maldecir, para renegar de su humanidad, de su condición misma, y sentirse un ser abyecto que ni los simios consideraban como próximo. En los pubs irlandeses, los chieftains ponían música a la cojera de un Charlton apodado Barbecú, mientras celebrabamos la eucarística posesión de una más que merecida confusión hilarante, etílica.

Se ha muerto Charlton Heston. Y una parte de la História, aquella que puede imaginarse, ha caido con él.

Pero por encima de todo, se ha muerto un último pedazo vivo del recuerdo. Con Charlton se ha ido una pieza más de la generación de mi abuela, un momento menos de su presencia y mi memoria. El recordar es un acto absoluto e imprescindible, pero tan curioso: una noche de verano proyectaban el Cid en la tele, y mi abuela nos prohibió verla, por que era muy tarde, pese a que de buena gana se hubiese quedado ella con nosotros viéndola. Nunca he vuelto a ver esa película, pese a las mil oportunidades. Nunca volveré a verla. Lo sé.

Se ha muerto Charlton Heston. No me importa tanto, mi abuela està a mi lado.

15/04 - Sed de Mal.
16/04 - Cuando el destino nos alcance
17/04 - El planeta de los simios
18/04 - Mayor Dundee
19/04 - La Isla del Tesoro
20/04 - El último hombre vivo
21/04 - Ben Hur


Como siempre, you know where I am.

Campbell dice... - Maldad

Hay muchas razones para pelear; pero no existe ninguna para odiar sin restricciones,
para imaginar que Dios Todopoderoso también odia como nosotros...

¿Dónde está el mal? El mal es esa enorme porción de cada ser humano
que quiere odiar sin límites, que quiere odiar con Dios de su lado...

Es esa porción de cada hombre que encuentra tanto atractivo
en toda clase de mostruosidades.

Es esa porción del imbecil que castiga y envilece y hace la guerra con alegría.





Kurt Vonnegut, Madre Noche, Círculo de Lectores (1988), 216.


Com un gos

Estic més emprenyat
que un gos davant la sorra.

Per no saber qué son
els nubols de roca,
que plouen en forma de mandra
tornat el món blau
en sorolls de cendra
amagats darrera les ombres.

Disfraz

Vino la noche
y fue entonces que vi.

La luz había ocultado
mis secretos de cordero
entre manadas de caballos.
El disfraz de hombre de bien
cayo al lado de mi sombra:
queda a la vista el lacayo
que esgrime carnet de rebelde
acallado por las olas.

La piedra es la verdad.
Se erosiona, se erosiona
el mar,
intentando cambiar las cosas.

Kurt dice ... - Moraleja

Éste es el único de mis relatos cuya moraleja conozco. No creo que sea una moraleja extraordinaria.
Sólo que en esta ocasión sé cual es:
somos lo que aparentamos ser, así que debemos tener cuidado con lo que aparentamos ser.

(...)

Pero hay otra clara moraleja, ahora que lo pienso: cuando uno está muerto, está muerto.

Y todavía se me ocurre una tercera moraleja: hagan el amor cuando puedan. Les sentará muy bien.



Kurt Vonnegut, Madre Noche, Círculo de Lectores (1988), 17-19.

lunes, 14 de abril de 2008

Miguel Hernández - besarse

Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
en toda la vida.
Asciende los labios,
eléctricamente
vibrantes de rayos,
con todo el furor
de un sol entre cuatro.


Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte:
descienden los labios,
con toda la luna
pidiendo su ocaso,
del labio de arriba,
del labio de abajo,
gastada y helada
y en cuatro pedazos

Angel Gonzalez - Para que yo me llame Angel Gonzalez

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

Finis Terrae

 En el final del mundo no hay ventanas os pensáis que se ve bonito y solo se ven heridas, lágrimas un dolor que tapa la ropa que no se dice ...