miércoles, 22 de abril de 2009

Durham

La noche es una sombra
pegada a los zapatos.
Una fuente de agua clara juega
con los ritmos de un contrabajo,
las campanas de la catedral
(una catedral enorme, de ojos
acristalados)
dicta su voluntad de honorario.
El frío, amor eterno de la nocturnidad,
cuenta uno a uno nuestros pasos,

extranjeros perdidos entre la ciencia
y el descanso,
la frontera ha dividido nuestro
ser en dos diferentes abrazos:


el de despedida: los ojos bajos;
el de bienvenida, los besos más altos.


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