Dos hombres pueden hablar en forma entusiasmada durante una hora o más
sobre compartidas experiencias, sin mantener por eso una verdadera conversación.
El hombre solitario que quiere preservar un ánimo nostálgico, siente la necesidad
de compartir sus pensamientos con alguien; y si lo encuentra, le endilga frecuentemente
su monólogo, como si narrara un sueño. Y así la charla puede extenderse entre ellos,
mientras cada uno recita su monólogo, hasta que caen en la cuenta de que
no tienen nada que decirse. Parecen dos personas que están en los opuestos bordes
de un abismo y advierten que el puente que lo cruzaba ya no existe.
Yukio Mishima, Caballos desbocados, Caralt ed., Barcelona (1984), pág. 59.
sobre compartidas experiencias, sin mantener por eso una verdadera conversación.
El hombre solitario que quiere preservar un ánimo nostálgico, siente la necesidad
de compartir sus pensamientos con alguien; y si lo encuentra, le endilga frecuentemente
su monólogo, como si narrara un sueño. Y así la charla puede extenderse entre ellos,
mientras cada uno recita su monólogo, hasta que caen en la cuenta de que
no tienen nada que decirse. Parecen dos personas que están en los opuestos bordes
de un abismo y advierten que el puente que lo cruzaba ya no existe.
Yukio Mishima, Caballos desbocados, Caralt ed., Barcelona (1984), pág. 59.
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