Hasta los huesos de las grandes esperanzas,
promesas fantasiosas de ese mundo
mejor ordenado, repartido,
honor, futuro y gloria.
La guerra del ocioso es un sendero
para el rebaño soñoliento
Odio el odio forjado en los viejos
titulares de los próximos periódicos.
Mis pobres, exiguos ahorros
dan hambre al indefenso,
una bomba arrodilla al extranjero
para enseñarle que es mi rostro
el que se graba en los billetes de oro.
Al final, me libraré
impune
del caprichoso tribunal de la Historia y los estudiosos
pero no olvido que la imagen inocente
reflejada en las lunas de los escaparates
es reo de la conciencia
herido por la verdad,
esa verdad que es una amante traidora
a la que le pierden los hombres
vestidos de lustroso uniforme.