Las
manos
enterradas
en
tus
muslos
buscan surcos
donde alojar semillas
de primavera.
miércoles, 14 de febrero de 2018
lunes, 12 de febrero de 2018
sin título
Una caricia mundana
menuda despedida.
Enrejando las luces del alba
no conseguirás cercar el día.
Tantas, tantas colinas
y un sólo instante para escuchar la vida.
Sigue la estela del sol,
nos encontraremos entre alguna sonrisa dormida.
menuda despedida.
Enrejando las luces del alba
no conseguirás cercar el día.
Tantas, tantas colinas
y un sólo instante para escuchar la vida.
Sigue la estela del sol,
nos encontraremos entre alguna sonrisa dormida.
Llegará el otoño
desnudándonos a todos
entre sus brazos de árbol melancólico
y sus coronas descoloridas.
Somos rama y barro,
corazón destartalado,
añorados del trópico, del sexo
y del tabaco.
corazón destartalado,
añorados del trópico, del sexo
y del tabaco.
domingo, 11 de febrero de 2018
viernes, 9 de febrero de 2018
Metadatos
poesia poema poemas letras palabras vicios costumbres malas habitos meta mega sueños farsantes provocación abstracción agresión solvencia submit sostener solsenitsin santiamén (in)satisfaction ser poliedro poli plural nosotros nosotras somos ser saber sondar sexo fácil saber sentir solo suso total discurso petro salgo sigo s sorda gritar susto atrevimiento craneo corto roto emoción historia más poco tanto todo temo tú
y ya.
¿ya?
y ya.
¿ya?
jueves, 8 de febrero de 2018
Love
All I have to give you is a love that never dies
the symptom of the universe is written in your eyes
(Black Sabbath, Sympton of the Universe [Sabotage, 1975])
the symptom of the universe is written in your eyes
(Black Sabbath, Sympton of the Universe [Sabotage, 1975])
jueves, 10 de junio de 2010
Quizás amanece
La ciudad se tiende
la calle se extiende
la ciudad no entiende
y creo que estamos a miercoles
pero es medianoche
el tráfico no duerme
las miradas dispersas
ahogados los charcos
y los pocos caminantes
ebrios de laureles
coronados en las esquinas
poetas sin papeles
acompañan sus pasos
con el canturrear sordo
de viejas melodías
ya sabes a qué me refiero
aquellas canciones
que fueron también parte
de nuestras vidas.
Quizás, luego, amanece.
la calle se extiende
la ciudad no entiende
y creo que estamos a miercoles
pero es medianoche
el tráfico no duerme
las miradas dispersas
ahogados los charcos
y los pocos caminantes
ebrios de laureles
coronados en las esquinas
poetas sin papeles
acompañan sus pasos
con el canturrear sordo
de viejas melodías
ya sabes a qué me refiero
aquellas canciones
que fueron también parte
de nuestras vidas.
Quizás, luego, amanece.
jueves, 27 de mayo de 2010
El clamor
Cuando me ataron al mástil vi
una luna sostenida, dispersa entre la niebla
la noche iluminada por un sol de ébano
la ceniza emparejada paseando de la mano,
más abajo, el mar ensimismado
acariciándose los bajos,
y los hombres del barco
ocupados en ejercicios rutinarios
de cera y poniente, de caballo.
En la sombra de nuestra vela había un prado.
Paseábanse mis recuerdos en él,
enamorados de la risa y el ocaso.
Allí aprecié también la tierra vana
que nunca habíamos buscado,
y todas las noches que nos perdimos esperando,
noches de subir colinas, de aletear de patos.
Noches, en una palabra, que todavía guardo.
Pero, vamos, me dije,
que la tierra arañada no seque este casco
de nave orgullosa de su sangre y su pasado
y di orden a mis hombres
con el mentón encorvado
que remaran hacia el final de los sueños
hacia silencios inesperados.
Sordos todos ellos a la queja,
olvidables olvidados,
fueron la fuerza de una fiera
despedazando el mar a palos,
y cruzamos el agua espesa
con rugir de viento
y gemidos de enamorados.
A lo lejos, como en una vida
que no fue nunca la nuestra
pude oir cierto sonido meloso,
ufano. Pensé en la patria
ese lugar del vientre tan bien sembrado,
y en el rostro de Mireia
alma de simiente y cuerpo de azucar,
Penélope de mis encanecidos brazos.
Qué grato silencio sonoro pude sentir entonces
al vogar de los gritos callados.
Me así a mis ataduras
el palo mayor como ancla de barco
pero me perdía, me perdía
entre recuerdos de luz y cancioneros sinuosos
mecidos por el susurro de la nostalgia
por la triste brisa de los tiempos abandonados.
La isla aparecía a la vista.
Profundamente nos acercamos. En la oscuridad
atendí su rugido de mar y madera,
su aullar de perro abandonado,
un ritmo de canciones tiernas
al compás de sonidos divergentes,
ensortijados.
Escuché tan ansioso la tonada
que olvidé mujer, patria y barco.
Mis hombres de cera fueron entonces
una piedra sin sentimientos,
una columna de marmol.
Siguieron remando, efectivamente,
a pesar de mis gritos amputados.
El barco nunca se paró.
Nunca se para el barco.
Pero en la noche, a popa,
pude ver entre ola y ola
un grupo de sombras esquivas e iniestas
aferradas a sus recuerdos de plástico.
Las voces roncas y los labios deshilachados.
Eran, todas ellas, viejas amigas de la vida,
bellas amargas piedras sin motivo,
sucios reductos alzados sobre los restos del pasado,
recuerdos sin memoria en el clamor de los años.
Anclado, yo fui roca,
y el cielo envenenado
dio la vuelta al mediodía
para que nuestro viaje, siempre nada,
se volviera, eternamente,
la última pesadilla del ahogado.
una luna sostenida, dispersa entre la niebla
la noche iluminada por un sol de ébano
la ceniza emparejada paseando de la mano,
más abajo, el mar ensimismado
acariciándose los bajos,
y los hombres del barco
ocupados en ejercicios rutinarios
de cera y poniente, de caballo.
En la sombra de nuestra vela había un prado.
Paseábanse mis recuerdos en él,
enamorados de la risa y el ocaso.
Allí aprecié también la tierra vana
que nunca habíamos buscado,
y todas las noches que nos perdimos esperando,
noches de subir colinas, de aletear de patos.
Noches, en una palabra, que todavía guardo.
Pero, vamos, me dije,
que la tierra arañada no seque este casco
de nave orgullosa de su sangre y su pasado
y di orden a mis hombres
con el mentón encorvado
que remaran hacia el final de los sueños
hacia silencios inesperados.
Sordos todos ellos a la queja,
olvidables olvidados,
fueron la fuerza de una fiera
despedazando el mar a palos,
y cruzamos el agua espesa
con rugir de viento
y gemidos de enamorados.
A lo lejos, como en una vida
que no fue nunca la nuestra
pude oir cierto sonido meloso,
ufano. Pensé en la patria
ese lugar del vientre tan bien sembrado,
y en el rostro de Mireia
alma de simiente y cuerpo de azucar,
Penélope de mis encanecidos brazos.
Qué grato silencio sonoro pude sentir entonces
al vogar de los gritos callados.
Me así a mis ataduras
el palo mayor como ancla de barco
pero me perdía, me perdía
entre recuerdos de luz y cancioneros sinuosos
mecidos por el susurro de la nostalgia
por la triste brisa de los tiempos abandonados.
La isla aparecía a la vista.
Profundamente nos acercamos. En la oscuridad
atendí su rugido de mar y madera,
su aullar de perro abandonado,
un ritmo de canciones tiernas
al compás de sonidos divergentes,
ensortijados.
Escuché tan ansioso la tonada
que olvidé mujer, patria y barco.
Mis hombres de cera fueron entonces
una piedra sin sentimientos,
una columna de marmol.
Siguieron remando, efectivamente,
a pesar de mis gritos amputados.
El barco nunca se paró.
Nunca se para el barco.
Pero en la noche, a popa,
pude ver entre ola y ola
un grupo de sombras esquivas e iniestas
aferradas a sus recuerdos de plástico.
Las voces roncas y los labios deshilachados.
Eran, todas ellas, viejas amigas de la vida,
bellas amargas piedras sin motivo,
sucios reductos alzados sobre los restos del pasado,
recuerdos sin memoria en el clamor de los años.
Anclado, yo fui roca,
y el cielo envenenado
dio la vuelta al mediodía
para que nuestro viaje, siempre nada,
se volviera, eternamente,
la última pesadilla del ahogado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Finis Terrae
En el final del mundo no hay ventanas os pensáis que se ve bonito y solo se ven heridas, lágrimas un dolor que tapa la ropa que no se dice ...
-
En el final del mundo no hay ventanas os pensáis que se ve bonito y solo se ven heridas, lágrimas un dolor que tapa la ropa que no se dice ...
-
Aprietas los puños Seriedad cristiana Y las nubes que se pierden En la negrura de la mañana. El gigante duerme ya En su castillo de lata En ...