Cae leve la ceniza fina
después del apagón.
después del apagón.
Las sirenas en silencio esperan.
La escasa lluvia se mezcla con
el llanto de la sangre,
y las madres que rompen la noche
con el verbo impronunciable
en la elegía desdentada
por el fuego aun brillante,
que se desvanece, sin palabras,
entre el brillo de las cadenas.
el llanto de la sangre,
y las madres que rompen la noche
con el verbo impronunciable
en la elegía desdentada
por el fuego aun brillante,
que se desvanece, sin palabras,
entre el brillo de las cadenas.
En el horizonte, los astros cruzan
el alba;
y llega el día más negro
que la noche sin calma.
El duelo de los harapos,
perros callejeros vagan
como niños perdidos, confusos
por los olores de la carne.
Las sirenas en silencio esperan,
y los soldados se dibujan
poco a poco
tras los temores y los callejones.
el alba;
y llega el día más negro
que la noche sin calma.
El duelo de los harapos,
perros callejeros vagan
como niños perdidos, confusos
por los olores de la carne.
Las sirenas en silencio esperan,
y los soldados se dibujan
poco a poco
tras los temores y los callejones.
Los hijos inquietos
bajo las faldes y los abrazos
de sus amores.
bajo las faldes y los abrazos
de sus amores.
Los que no han caido
han muerto ya,
heridos gravemente en el olvido.
han muerto ya,
heridos gravemente en el olvido.
Los que ya han caido
buscan que las sirenas canten.
buscan que las sirenas canten.
Y las madres rompen la noche
con el verbo impronunciable.
con el verbo impronunciable.
Las sirenas en silencio esperan
a que caigan de nuevo las sombras
de las bombas
para desgajar la rabia con violencia.
de las bombas
para desgajar la rabia con violencia.