martes, 15 de julio de 2008

la frontera

La frontera
surgió de la tierra.
No había nada allí
y la hierba hace tiempo
que había dejado de ser verde
a ambos lados de la cerca.

Pero, entonces, ¿por qué
la frontera?
forjada en despachos
con la grasa encubierta
de las corbatas y las bayonetas,
alguien debió decir algo
o nadie quiso darse cuenta.

Espinosos tiempos
donde el idioma es más
importante que las palabras
o las señas.
Entre arrumacos circenses
y populachos que avanzan
a tientas
unos y otros, sin hablarnos,
hemos permitido que
nos separen del tronco
como ramas huérfanas,

que nos digan que somos
Cayo o Daniel
por vivir a un lado u otro
de un muro de grietas.

Si la luna divide su luz
entre ambos lados de la frontera,
los juramentos de honor
no valen el verdecer espeso
de las viñas ni el llanto
que colma las aduanas
con el polvo de antaño
y el olvidar de la hiedra.

La frontera
surgió de la tierra
compuesta de pedazos
de los hombres y sus miserias.
La frontera
surgió de la tierra
como un grito de mil millones de
voces estampándose
como una bala
en el eco televisado
de la aurora,
en el albor de la derrota,
en el ahogado grito
de la viuda,
en el solaz rotoñar del jazmín,
en la diferencia entre
orégano y peregil,

La frontera
surgió de la tierra
en el centro
de la sien.

Max Aub - Momentos 1

Quisiera ser para ti lo que es para el mar el viento,
y poder penetrar y saturar tu pensamiento,
elevarlo, formar y dar a tus ideas aliento,
y que fuesen como la espuma del mar: su ornamento.




extraido de Max Aub, Los poemas cotidianos (con un prólogo de Enrique Diez-Canedo), Pre-Textos Editorial (2008), pág. 79.

Puertas

Los goznes rezogaron
en el aviso y rechinar,
ante los ojos
la incredulidad

y se cerraron las puertas

Entre ventanillas de marmol
y el deseo de ser
siempre, mejor, más,
esperas en la sala
como acompañante temeroso
en algún hospital

Solo resta la esperanza
pero incluso el hilo de Ariadna
debe tener su final

Y se cerraron las puertas
entablando los silencios en
las mesas y el olvido
ahogado del saber
que se borra del marmol

El año de mi vida
es aquel recuerdo inaugural,
cuando la puerta se abrió,
ahora que se vuelven a cerrar.



Miradas en el Espejo

¿Te has visto en el espejo?
Te he visto en el espejo.
Me he visto en el espejo.

Y es duro que tus ojos
se destierren al mirar.
Nos he visto, oculto
en el hueco de un lento
ascensor de sexualidad.
Desierto, deserto,
desertas de verte
firme, de aguantarme
la mirada, cuando
la luz se enciende
echando humo,
y los ojos se rinden
a la cotidianidad.

viernes, 11 de julio de 2008

Angel Gonzalez - Breves acotaciones para una biografía

Cuando tengas dinero regálame un anillo,
cuando no tengas nada dame una esquina de tu boca,
cuando no sepas qué hacer vente conmigo
—pero luego no digas que no sabes lo que haces.
Haces haces de leña en las mañanas
y se te vuelven flores en los brazos.
Yo te sostengo asida por los pétalos,
como te muevas te arrancaré el aroma.
Pero ya te lo dije:
cuando quieras marcharte esta es la puerta:
se llama Ángel y conduce al llanto.

lunes, 7 de julio de 2008

Sin título

El abandono de un cigarro
en la piedra del centro,
tallados los cuerpos de los presentes
entre la empatía y los buenos
momentos. Hemos quedado
un rato, sólo por deseo
de vernos, hablarnos,
ponernos todos frente a frente,
un homenaje vivo a nosotros,
que somos, siendo, todo,
siendo, nada.

La amistad no se nutre
con el mar encrespado
que arrastra las nubes
de enfados inciertos.
No, queridos, no.
Son las horas,
con su chocar de copas y palmas,
las que nos anclan en mil
abrazos. La noche se ilumina,
con ojos de alondra
y aletear de patos.

Hagamos que el camino
de la oscuridad
se inunde al sinfónico ritmo
de todos nuestros pasos.

Max Aub - Los poemas cotidianos 8

Uvas y manzanas,
- flores frescas
del otoño, frescas
hermanas
aldeanas -
en sabrosa unión llameais en el frutero.

Del racimo
cogió
mi amada
la fruta más en sazón,
dice luego imperiosa
"cierra los ojos y abre la boca".

No sé qué me supo mejor,
si la fruta o su amor.



extraido de Max Aub, Los poemas cotidianos (con un prólogo de Enrique Diez-Canedo), Pre-Textos Editorial (2008), pág. 21.

Finis Terrae

 En el final del mundo no hay ventanas os pensáis que se ve bonito y solo se ven heridas, lágrimas un dolor que tapa la ropa que no se dice ...