tantas palabras del cántaro
que a veces parece
que se hayan agotado.
En el silencio tierno
del fuerte abrazo,
la sal y el pan
entrelazados,
quedamos mudos
quietos como un estanque dorado
alimentando un aliento
con el recuerdo presente
de verbos pasados.
Quedamente,
habremos de volver
apretando las lenguas anudadas
cuerpo con cuerpo
tu mano sobre mi mano
a la fuente del amor
para llenar el cántaro
con rumor de risas,
palabras compartidas entre
suspiros acompasados.